Sumergir la mirada en un amanecer en Janitzio no se parece a nada que hayas
visto antes.
La isla, rodeada por las aguas del lago de Pátzcuaro, tiene algo que la vuelve única. Podríamos decir que magia, de esa que hace que su bruma matutina sea más espesa y a la vez suave. Un hechizo que consigue que el canturreo de sus pájaros sea más armónico que en ningún otro lado. Como si la tierra y el aire tuvieran un toque particularmente divino.
El arribo
A Janitzio llegas como lo han hecho todos los viajeros durante miles de años: En barca. Desde Pátzcuaro puedes abordar una que en minutos te llevará a la isla.
Cuando te encuentres en ella, la recomendación es recorrerla a pie, subiendo y bajando por sus calles y hacerlo con toda la calma del mundo. Al ser un pequeño pedazo de tierra en el lago, no tiene caso que lo hagas con prisa. Toma un respiro profundo y deja que tus ojos se llenen con las maravillas que tiene por contarte.
Aventura a la vista
No puedes dejar de probar el pescado blanco, sin duda uno de los manjares tradicionales de la zona y también uno de los platillos más exquisitos de la ya de por si enorme diversidad que tiene por ofrecer la gastronomía michoacana.
En los hombros del héroe
Ninguna travesía a la isla puede terminar sin incluir en su itinerario el conocer la gigantesca estatua de Morelos que está en lo más alto de Janitzio. Con el puño alzado al cielo, la gigantesca obra alberga en su interior una galería con pinturas referentes a este prócer de la libertad.
Una vez allí, puedes ascender a la parte superior de la estatua y obtener un panorama del lago y la isla en todo su esplendor. La postal que te llevarás se quedará contigo por siempre.
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