Caricia divina en Puerto Vallarta

Cortesía.

Siempre en eterna transformación, Puerto Vallarta es una urbe que no deja de crecer, con esa curiosa combinación de edificaciones tradicionales —esas que puedes encontrar recorriendo Pueblos Mágicos— con otras que parecen calcadas de los malecones de clase mundial.
Porque sí, es una ciudad de contrastes asombrosos. De opulencia y sencillez. De hoteles pertenecientes a grandes cadenas internacionales a otros que asemejan casas de adobe.
Un horizonte que no conoce pausas. Pero en esta maraña de contrastes arquitectónicos un edificio que siempre atrapa la mirada de los paseantes. Uno cuya belleza llama a que todo viajero se aproxime y se rinda: La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe.
No se puede negar que a Puerto Vallarta cada quien la descubre cómo quiere, pero mi sugerencia siempre será hacerlo a pie.
Quienes han visitado la ciudad saben que hay una magia inherente en sus calles onduladas, que suben y bajan de forma caprichosa mientras dibujan la geografía de la costa jalisciense.
Su malecón se llena de magia desde temprano. Y de bullicio. Y de sabores. Al fondo, siempre silenciosa, siempre majestuosa, observa la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe.

Una larga construcción
¡Ah!, pero te escribía sobre la parroquia. Sí, no lo he olvidado.
Pese a todos los cambios urbanos que ha enfrentado en décadas recientes, la joya jalisciense conserva fragmentos del trazo con el que nació, especialmente en su primer cuadro. Como buena ciudad con alma tradicional, la Parroquia está frente a la Plaza de Armas y cerca de los poderes municipales.
La idea de construir una iglesia digna del puerto comenzó en 1903, cuando se colocaron los cimientos para su construcción, sobre lo que era una capilla. En 1915, de acuerdo a la página Vallarta.net, el padre Francisco Ayala llegó al pueblo y sugirió que el diseño fuera más grande.
Pero un diseño más grande siempre tiene ciertas complicaciones. México vivía una época de mucha convulsión. La construcción de la parroquia siguió a principios de los años veinte del siglo pasado, pero se detuvo en 1926, debido a la Guerra Cristera. La construcción no se iba a reanudar hasta 1930, cuando comenzaron los trabajos del domo.
Para 1940 la edificación principal estaba acabada, saldo las torres, que no quedaron acabadas hasta 1952, y de cualquier forma, había algo que faltaba y que iba a distinguir a la Parroquia de casi todos los templos del Estado: Una corona.
La corona que está en lo más alto de la parroquia fue colocada en 1965. Era de concreto y fue diseñada, según el historiador —Carlos Munguía Fregoso— por José Esteban Ramírez Guareño. Una leyenda urbana decía que la corona era réplica de la usada por la emperatriz Carlota, pero esto es leyenda, no realidad.
Lo que sí fue cierto fue que a causa de un terremoto ocurrido en octubre de 1995, la corona de la Parroquia quedó destruida. Habrían de pasar 14 años (en 2009) para reunir los fondos suficientes para colocar una nueva corona (la actual), obra del artista Carlos Terres, orgullosamente nacido en Lagos de Moreno. Sin duda, la paciencia y la devoción han sido claves para que la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe esté hoy de pie, y lo haga presumiendo su particular belleza, al tiempo de que es una prueba de que la fe de los vallartenses ha sido es capaz de vencer todos los obstáculos que enfrentan.

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