Mazamitla, aventura natural

 
Aire puro. Son las dos palabras que me vienen a la mente luego de mi primer visita a Mazamitla, hace apenas unos días. Y es curioso, porque de las muchas cosas que había escuchado y leído sobre este Pueblo Mágico, nadie se había detenido para contarme sobre este detalle.
El primer cuadro de Mazamitla es vibrante. El ir y venir de sus habitantes, comerciantes y turistas dota de un color y sonidos muy peculiares a esta pequeña ciudad. Los caminos, empedrados, serpenteantes que en todo momento ascienden y descienden, son recorridos de forma incesante por automóviles en algunos casos y camionetas en su mayoría. También es común observar cuatrimotos, muchas veces montadas por un piloto sonriente y completamente enlodado tras haber surcado algún sendero de tierra y polvo, de esos que invitan a la aventura.
Mazamitla cambia de color según el día y la temporada que decidas visitar la ciudad. Entre semana por lo regular es tranquilo y te permite tomar un respiro de las actividades cotidianas, perderte en sus senderos y un mar de casas de color blanco y colorado o sencillamente entregarte a su deliciosa gastronomía. Pero los fines de semana...los fines de semana es otra cosa.
Las escapadas a “Maza” los viernes, sábados y domingos son una tradición de años para algunos aventureros. Son esos días cuando los rincones del pueblo se llenan con los sonidos de una buena parranda, bromas y mucha música en compañía con los amigos y la familia. El silencio desaparece casi por completo para darle paso a la verbena desde muy temprano y hasta bien entrada la noche. La ciudad tiene centros de diversión —tanto diurnos como nocturnos—, pero son muchos los que optan por rentar una cabaña y organizar su propia fiesta.
Rentar una cabaña en Mazamitla es una de las actividades que más fama le ha dado al pueblo, en buena parte porque las hay de todos los precios y se prestan tanto para la escapada solitaria como romántica, pasando por las familiares. En mi visita a este destino escuché un dato curioso: Los prestadores de este servicio calculan que hay aproximadamente mil legales, y otras tres mil “pirata”. Las últimas podrán ser más baratas, aunque terminan siendo más caras al tener carencia de servicios básicos y hasta defectos de construcción.
Tan divino como terrenal
El corazón de Mazamitla está dominado por la Parroquia de San Cristóbal, una soberbia edificación en color blanco que tiene muy poco parecido con el resto de templos y parroquias que quien escribe estas palabras ha visto en sus andanzas por Jalisco.
La arquitectura del templo tiene un cierto aire oriental que en su fachada, lo que lo dota de un aspecto inusual. La iglesia se levantó a mediados del siglo XX, a instancias del cura José Santana García, hijo adoptivo de la ciudad por el papel modernizador y social que jugó en Mazamitla en el siglo pasado.
Además de su imponente fachada y fabuloso reloj, destaca un cristo en el exterior de la parroquia, a cuyos pies los fieles católicos depositan diariamente flores. El interior del recinto es sobrio en cuanto ornamentos, aunque eso no le resta belleza en lo absoluto.
La plaza principal de este Pueblo Mágico presume un encantador kiosko —que por las noches se convierte en el centro de reunión para habitantes y turistas por igual—, mientras que a un costado de la parroquia se encuentran un tótem con donde se lee el nombre de la ciudad y que sirve para que a toda hora los viajeros se tomen la reglamentaria fotografía que sirva de testigo de su viaje.
Los cazadores de recuerdos y detalles podrán encontrar mercancías, dulces y conservas en el Andador Calle Hidalgo —también en el Centro de la ciudad—. No te puedes ir de Mazamitla sin llevarte de recuerdo una buena cajeta o un rico rompope.
Mi visita duró apenas unas horas, pero me llenó de palabras sobre Mazamitla y sobre todo muchas ganas de recorrer con calma sus calles. Me dio una nueva perspectiva sobre lo rico que es nuestro Estado en cuando a opciones turísticas y sobre todo, le dio una nueva dimensión a dos palabras: Aire puro.

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