Pasión y aventura en Olomouc



Estas palabras tienen una dedicatoria especial. Están escritas para aquellos que no se quedan con lo que dice el manual de viaje. Son un reconocimiento para esos que se salen de la ruta del turismo masivo y deciden aventurarse fuera de las rutas dictadas por un desgastado folleto. Este texto es para los que deciden tomar la mochila, guardar el mapa y descubrir paraísos reservados para ojos ansiosos por nuevas experiencias. Esta ciudad es para ellos: Olomouc.
Olomouc (la “c” del final se pronuncia como una “ts”) se encuentra en la región de Moravia, al sureste de Praga, capital de República Checa. La manera más recomendable para llegar a ella es en tren, abordando en la hermosa Estación Central de Praga (una de las más bellas del Viejo Continente). Son poco más de dos horas de camino en las que podrás disfrutar de las hermosas vistas de la campiña, planicies y llanuras checas. Además, es barato y seguro. En esta página encontrarás boletos acorde al presupuesto que quieras manejar (ojo, está en inglés).
Las palabras abundan para describir la belleza imperturbable del Centro Histórico de Olomouc, pero ninguna realmente le hace justicia. Todas empequeñecen conforme la vas descubriendo. Por las mañanas el Sol baña las fachadas pintadas en relucientes colores pastel, así como las estrechas y serpenteantes calles empedradas que desembocan en su plaza Central, amplia y turística, pero ajena al bullicio de Praga. Aquí no hay prisa. La urbe invita a ser descubierta lentamente, retirando uno a uno los velos que el tiempo le ha impuesto.
La plaza central destaca por sus esculturas, aunque hay al menos un par que llaman poderosamente la atención por sus dimensiones y belleza. Una, la Columna de la Santísima Trinidad (incluida desde el 2000 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco), joya barroca del siglo XVIII con 52 esculturas, entre santos, ángeles, la Virgen y la Santísima Trinidad en el punto más alto (35 metros).
A unos metros está el reloj astronómico, que como su nombre lo indica, además de proporcionar la hora, ofrece datos sobre las posiciones del Sol, la Luna y hasta del Zodiaco. Fue construido en 1420. Tras la Segunda Guerra Mundial fue arrasado por los nazis, y su restauración trajo algunos cambios curiosos, pues ahora cuenta con numerosos motivos decorativos que remiten a la época socialista del país. Por cierto, en el edificio del reloj se encuentra la Oficina de Turismo de Olomouc, donde podrás encontrar información de la ciudad, tours y claro, subir a la torre para obtener una magnífica vista.



Encanto juvenil
Debajo de su arquitectura medieval y barroca, Olomouc es una ciudad de alma universitaria. El amor por el estudio y la curiosidad perpetua forman parte de esa urbe Morava desde hace siglos. Las aulas, salones y jardines de su Universidad han esculpido el genio de los académicos desde 1573, e incluso hoy es una metrópoli a la que cada año llegan cientos de estudiantes de todo el mundo para atrapar un poco de esa inspiración divina.
Por la Universidad Palacky de Olomouc han pasado alumnos destacados, como Gregor Mendel, el hombre que abriría camino para estudiar las leyes de la herencia genética en el siglo XIX.
La presencia juvenil dota a esta ciudad de movimiento, risas y alegría. En un continente preocupado por el envejecimiento, es refrescante dar con una ciudad donde todo es vibrante, hay espacio para la inocencia y la travesura.
Pero también hay algo divino en Olomouc. Nada podrá borrar de mi corazón la impresión que me llevé al estar frente a la Catedral de San Wenceslao. Sus tres gigantescas torres góticas se elevan poco más de 100 metros, como si trataran de lanzar una caricia imposible al cielo. La riqueza en su portada es acorde con su hermoso interior. El juego de luces que ofrecen sus vitrales es testimonio del talento de aquellos artesanos que alcanzaron la eternidad a través de su obra. A un costado de la catedral se encuentra el Museo de la Arquidiócesis, que reúne pinturas, carruajes y estatuas de incalculable valor. Ya hace unas semanas que partí de Olomouc, pero aún recuerdo bien las sensaciones que me dejó. El bullicio cercano a la universidad, el aroma de sus quesos tradicionales saliendo de los restaurantes y la frescura de sus amaneceres. La suave música de los bares del Centro, las largas charlas con los amigos que se hacen en el viaje y sobre todo ese cosquilleo que se queda en el alma, uno que te indica que descubriste un tesoro que adornará por siempre la memoria.

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