Dicen que la primera impresión siempre se queda grabada en la mente, un encuentro inicial se gana un espacio eterno en el corazón. Y confieso que cada vez que cierro los ojos y pienso en Degollado, el sonido de un cincel golpeando insistentemente la cantera de apodera de mis recuerdos. También se dibujan en mis pensamientos calles limpias, con gente sonriente y trabajadora. Llegan memorias de un Sol que cae a plomo y sobre todo, una ciudad que está regada de estatuas de todo tipo, tamaños y formas. Son tantas que pareciera que llovieron y quedaron regadas.
Ya había escuchado de la fama de Degollado en un paseo anterior que hice a La Piedad (ciudad michoacana que está a menos de una hora de distancia). Escuchaba de forma insistente sobre la maestría de los canteros jaliscienses y la gran cantidad de estatuas presume la ciudad, tanto en sus múltiples entradas como en sus plazas principales, calles, avenidas, bancas, escuelas, iglesias, parques, museos y un largo, pero muy largo etcétera. La curiosidad finalmente me venció y me lancé el fin de semana a encontrarme con esta ciudad de canteros.
A primera vista da la sensación de que en efecto, Degollado tiene estatuas por todos lados y están dedicadas a todo tipo de personajes: Santos, dioses, mitos, animales, personas comunes y figuras nacidas de alguna mente creativa. Algunas se repiten de forma insistente y otras son muy peculiares. Se pueden apreciar una avalancha de vírgenes, un ejército de clones de San Miguel Arcángel y escudos nacionales, por ejemplo. Pero también hay sonrientes y obesos Budas, faraones sin pirámide y bestias mitológicas.
Pero una de las cosas que más me sorprendieron sobre Degollado fue la enorme capacidad viajera que tienen sus esculturas.
Valorados en todo el mundo
Donde todos vemos un trozo de piedra, ellos descubren arte. Así son los canteros de Degollado, quienes tienen una fama bien ganada en nuestro país por la técnica prolija que imprimen en el labrado de cada pieza que toman entre manos, una cualidad por la que también son reconocidos fuera de las fronteras mexicanas.
Curioseando entre los talleres —que abundan en la ciudad—, los maestros que los dirigen me contaban como algunos de sus trabajos han terminado en mansiones de Estados Unidos, e incluso de celebridades como Oprah Winfrey, Sylvester Stallone o Bill Gates. Recalcan los nombres con orgullo, al sentir que una parte de México reposa en la mansión de esos magnates.
Eso no significa que las luminarias de Hollywood se den vueltas por Jalisco para comprar artesanías —aunque bien harían— ¿Y cómo es el proceso? Desde Estados Unidos se mandan los planos para construir chimeneas, portones, arcos, mesas o cualquier adorno en cantera con el que deseen darle un toque especial a sus mansiones. En Degollado se labra con cuidado las piezas, que posteriormente se envían y se ensamblan en la Unión Americana. Según el grado de complejidad, cada trabajo puede tomar desde un par de días hasta tres semanas.
El orgullo con el que presumen lo anterior contrasta con la preocupación con la ven el futuro. Un problema generalizado que noté entre los maestros canteros es la falta de interés de los más jóvenes por practicar esta disciplina. ¿Las razones? Desde que el trabajo carece de glamour, la ropa se les mancha por la manipulación de la cantera o de plano por el rumor de que el aspirar el polvo de la roca es mortal, algo dudoso, tomando en cuenta que los maestros canteros superan los 40 años de edad y hay quienes a sus 80 siguen activos y con buena salud.
Lo que debes ver
La mejor forma de conocer Degollado es recorriendo su calle principal, Hidalgo (que pasando la calle 16 de septiembre se transforma en Morelos). La principal característica de la arteria es que está flanqueada por estatuas de cantera de una belleza sobrecogedora, además de contar con los principales espacios de reunión de la ciudad.
A lo largo de esta calle podrás disfrutar de la Glorieta del Artesano y la Plaza Principal. También aquí se encuentran la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe y el Santuario de San Miguel Arcángel, que cada domingo se convierte en punto de encuentro para los habitantes de la ciudad.
¿Tienes hambre? Las buenas noticias es que en Degollado decir que se come “fabuloso” es pecar de discreto. No puedes visitar la ciudad sin probar una buena orden de jugosas carnitas, acompañadas de frijoles refritos y unas tortillas recién hechas, acompañado por un agua fresca o una buena cerveza. Te recomiendo ir con bastante hambre, pues los restaurantes de la ciudad se lucen al momento de servir las porciones, que suelen ser generosas.
Si llevas automóvil propio —y tiempo para explorar—, a menos de 20 minutos de Degollado se encuentra la localidad de Huáscato, que guarda el acceso a la presa Ing. Guillermo Lugo Sanabria, mejor conocida con el nombre de “La Pólvora”, donde puedes hacer un picnic, algo de senderismo, disfrutar de sus áreas verdes u organizar una buena comilona familiar en alguno de los restaurantes que hay en las cercanías. La vista que ofrece es fastuosa y es uno de los tesoros más hermosos y quizás menos conocidos de Jalisco.
Al escribir estas palabras la tentación de volver se vuelve más grande. Un día no basta para conocer todo lo que tiene por ofrecer Degollado, pero sí es suficiente para crear un lazo especial entre el corazón y la cuna de la cantera.
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