Gael García y Pablo Larraín, tras la historia perfecta

Gael García reconoce que en algún punto de su carrera, comenzó a dejar de amar al cine. Cayó presa del engranaje de “ir a trabajar” y no de “disfrutar” lo que hacía. Pero con la película “No”, de Pablo Larraín, la pasión por el arte volvió. “Me volví a enamorar del proceso de hacer películas”. 
Domingo por la tarde en Morelia. La entrevista con Gael y Pablo se realiza bajo una lluvia que comenzó el sábado por la tarde y 24 horas después seguía cayendo de forma pertinaz en la capital purépecha. 
Mientras que en el rostro del comité organizador se adivina la desesperación ante el mal clima (que termina por restarle brillo a los eventos al aire libre, en especial las alfombras rojas), los de García y Larraín son auténticos poemas de tranquilidad. 
Tienen más de dos días hablando casi todo el tiempo de “No”, y el cansancio y el hastío no aparece ni en sus caras ni en sus palabras. La entrevista con EL INFORMADOR es la última que ofrecen el domingo, pero el actor mexicano y el director chileno no parecen agotar el tema que los lleva a promover la cinta al Festival Internacional de Cine de Morelia.
Fue en el marco del certamen michoacano, que Gael confesó que la actuación y él pasaron por un bache. No un rompimiento, pero si una carencia de entusiasmo. Y fue “No”, la cinta que retrata en su historia el plebiscito que en 1988 derrumbó la dictadura de Augusto Pinochet en Chile la que cambió su destino.
“‘No’ es el tipo de película que me gusta hacer”, explica el actor tapatío, siempre fijando sus ojos en el interlocutor. “Me gusta porque es subversiva, es entretenida, tiene un lenguaje y un rigor cinematográfico como pocos. Todos los aspectos están muy bien construidos y hace preguntas terribles. Me encanta el resultado y la experiencia. Me la pasé muy bien trabajando con el licenciado Larraín”.

—Damián Alcázar decía que uno de los problemas del cine latinoamericano en general, y mexicano en particular, es que había muchos guiones, pero pocas historias buenas. Incluso dice que tiene un baúl lleno de guiones rechazados. ¿Ustedes también tienen un baúl de ese tipo en su casa?
—Gael García: “Sería muchísimo papel desperdiciado (risas). Pero ya se mandan PDF, ¿no? (risas)”.
—Pablo Larraín: “Si, es verdad que hay pocas historias buenas, pero yo trato de ser parte del guion de alguna manera. Todas mis producciones las he tomado desde el principio, desde el proceso del guion. Entiendo que hay directores que filman historias de otras personas y comprendo que pueda pasar eso, pero en mi caso, al menos ahora, no sucede”.
—Gael García: “Creo que en algún momento inocente uno piensa que hay que estar siempre a la búsqueda de buenos guiones, y la verdad es que no, ya no lo veo así”.

—¿Por qué?    
—Gael García: “Llegué a la conclusión que lo que importa es el director. Porque me ha tocado trabajar con gente que no tiene guion, y no importa. Allí está el caso de David Lynch, que no le da el guion a nadie ¡porqué ni siquiera lo escribe. Él tiene una idea y la va armando poco a poco, día con día. Mi punto de vista personal es que los directores son los que importan”.

—¿Un buen director siempre pesa más que la buena historia? 
—Gael García: “Por ejemplo, tenemos el guion de Hamlet, ¿alguien podría decir que es una mala historia? Lo que importa es la realización, lo que importa es cómo vas a darle la vuelta. En el cine, un poco más que en el teatro, la expresión más completa es el punto de vista del director. Eso es lo que importa”.
—Pablo Larraín: “Eso me recuerda al guion de Drive, ¿la viste? (el director se dirige a Gael García)”. 
—Gael García: “Si, claro.  
—Pablo Larraín: “Bueno, la película es estupenda, pero el guion es la cosa más horrible que he visto, yo por lo menos no me hubiera animado a dirigirla”.

—¿Una mala premisa puede convertirse en una buena película?
—Gael García: “Allí está el caso de ‘Ratatouille’. Si les vendo la premisa tal cual es, ¿me la comprarían?: ‘Un ratoncito que se mete en el sombrero de un chef. El malo es el crítico’ (risas). Uno lo lee y dice ‘no, como, está horrible’ (risas), pero en Pixar le lograron dar la vuelta para hacer una película preciosa. Y teniendo en contra el hecho de que es animación y eso hace que sea más complejo ejecutarla”.
—Pablo Larraín: “Todas las películas de Pixar tienen premisas raras: Un señor que le cuelga globos a su casa y se va. O un robot que vive recogiendo basura en el planeta tras un desastre ecológico. ¿Quién se va a emocionar con eso? (risas). Pero lo hacemos, a todos nos gustan. Yo estoy de acuerdo con Gael, lo que prevalece a final de cuentas es el punto de vista del director”.

—Pablo, ¿sentiste que con “No” se había encontrado con una historia perfecta?
—Pablo Larraín: “La historia de ‘No’ es una historia maravillosa, pero cuando surgió la idea de hacerla, a mí, la primera vez que me la plantee, me dio mucho miedo. Porque es muy importante para nosotros (en Chile), es meterse con el alma de lo que ha pasado en nuestro país, lo más importante en el último medio siglo. ¡En la película tenemos hasta a ex presidentes actuando! Más que una buena historia, lo que me ponía nervioso eran las reacciones que podía causar. Y quiero aclarar que no sé por qué Gael me dice licenciado (risas)”.

¿De qué se trata?
La lucha por la democracia
 

Chile. Año 1988. Ante la presión internacional, el dictador chileno Augusto Pinochet convoca a un plebiscito donde el pueblo decida si quiere que él siga en la presidencia.
Ante la oportunidad, los líderes de la oposición se organizan para lanzar una campaña por el “No”, organizada por René Saavedra.
El diseño de la campaña se enfrenta a la fuerte vigilancia y censura del régimen, en una votación que parece destinada a fracasar.

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